Qué difícil es presentarse. Soy Bea.
A menudo me meto en algo hasta el fondo y me pierdo. Olvido cómo y por qué he llegado aquí. He aprendido a darme cuenta, a soltar y no hacer nada. Dejar que surja algo nuevo. Suspiro y bostezo cuando algo en mí se relaja o se desbloquea. El mío es un proceso de confiar, dejarme caer y, sobre todo, dejarme en paz.
Llegué al mundo de la terapia movida por una necesidad de saber, de comprender. Después del psicoanálisis me atrajeron la meditación y la consciencia, experimentando con el cuerpo, la respiración, la quietud y el movimiento. Algo cambió radicalmente cuando aprendí que puedo ser y estar con lo que soy, con lo que hay, sin cambiar nada. Sostener, lo llamaron. Me negué durante tiempo a trabajar la infancia y todavía me sigue fascinando el misterio del vínculo entre niña y adulta.
Experimentar el caos, el desorden y el descontrol me ha dado mucho miedo, y también mucho gusto. El cuerpo es un nuevo amigo para mí. He descubierto que habla y me muestra lo que la mente ignora o evita. El enfado es otro nuevo conocido: ha estado conmigo cuando he necesitado hacerme grande.
Soy Licenciada en Psicología por la Universidad de Barcelona. Tras la universidad y un año en Berlín anhelé expresión creativa, y volví para estudiar Diseño Gráfico e Ilustración Aplicada en Idep Barcelona, y Arte y Acción Social en la Escola Massana. Luego volví a la psicología, descubriendo su rica vertiente humanista. Me formé en Terapia Gestalt en Espailúdic, Escola Gestalt de Catalunya, así como en Constelaciones Familiares (formación en curso).
La terapia y la filosofía gestálticas me han permitido conocer partes de mí que dormían en las tensiones y nudos de mi cuerpo. Sigo conociendo y viviendo mis polaridades, sabiendo que no puedo ser buena sin ser mala, y que ocurren cosas cuando permanezco sin hacer nada.
Desarrollar proyectos de dibujo e ilustración me ha mostrado la importancia de conocer el material, con su potencial y sus límites, de confiar en lo que me mueve y abrirme a lo desconocido. La escritura y el dibujo son para mí un misterio, un placer y un suplicio, todo a la vez. Escribir, como dibujar, es aprender que los límites importan tanto como la libertad.
Hoy disfruto trabajando con personas, explorando y descubriendo la complejidad de ser humanos, desde el arte y la terapia con permiso para equivocarnos.