Para empezar

Para empezar, no hay nada. Hay, acaso, unas ganas, una semilla de algo que ya sabe qué va a ser pero no se sabe desde fuera. Yo no sé qué va a ser este texto, pero este texto sí tiene la información en sí de lo que va a ser. Yo, como humana, no puedo hacer más que regarlo y cuidarlo y ver qué sale, en qué se convierte. Acompañar a este texto en su adolescencia y luego verlo crecer, independizarse, y tomar decisiones más allá de mis deseos. Ahora ya es un animal libre, y yo como mucho le he puesto una correa, más simbólica que otra cosa, y mi trabajo aquí está hecho, que no era hacerlo perfecto sino permanecer junto a mi texto viviente en su temprana existencia textual.

He escrito un texto. Y ahora, ¿qué hago con él? El texto sigue escribiéndose, soy yo quien lo escribe, pero a la vez no es mío, sino que es suyo, o no es de nadie, y yo solo ando a su lado, pero claramente este texto es mío, ¿de quién va a ser? Ahora estoy confundida y siento que avanzo sin querer avanzar, detesto esta sensación, como la de estar en una fiesta sin poder irme, o seguir en una conversación que me aburre. Respiro. Querer irme sin irme es quedarme. Si me quiero ir quedándome, algo no estoy haciendo bien. Me detengo (dejo de pensar) y me voy a otra cosa. Gracias por invitarme, debo irme, cojo mi abrigo y me voy.